11.29.2006

Sin título

Anoche volví a soñar con vos. Y volví a pensar en vos. Y volví a hablar con vos, o mejor dicho, con tu sombra. Con el espejo de tu alma que quedó grabado en la mia: etérea imagen, imborrable, pero corroida por los vientos del olvido, que poco a poco, van desgastando tu piel y oxidando tus lágrimas. No quiero que te vayas. No quiero que desaparezcas.

Maybe there is an eternal sunshine on a spotless mind... But that's not what i want.

9.24.2006

Hoy soñé con vos

Viajábamos juntos en un auto y nos acompañaban amigos. Al principio no me quise sentar a tu lado por no querer incomodarte, pero como los sueños son deseos cumplidos según "Froid", igual terminé sentándome con vos. Y así, por esas cosas de los sueños, me encontraba tomándote la mano y acariciándotela, mientras vos me contabas de tu chico. "Sos una chica mimada" te decía mientras te miraba con ojos anhelantes. Y no sólo no me importaba que me contaras de otro, sino que estaba feliz. Feliz porque me contaras sobre vos, feliz por sostenerte la mano.
Te amo.
Cómo lamento que no me dejes decírtelo.

9.15.2006

Textos Viejos I

Agustín entró agitado a la casa y cerró la puerta con tal fuerza que el estruendo llegó a oídos de su hermana, Micaela, que se terminaba de cambiar. Ella, entonces, bajó las escaleras hasta el descanso del entrepiso donde pudo apreciar la cara de consternación que tenía agustín.
-¿Qué pasó? - le preguntó mientras seguía bajando lentamente.
No recibió ninguna respuesta y aceleró su paso hasta llegar a estar de frente a su hermano.
-¿Qué pasó? - repitió. Y, a medida que la cara de Agustín se deformaba por la angustia, lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos.
Ella dulcemente posó sus dos manos sobre sus mejillas y con voz más dulce le volvió a preguntar
-¿Qué pasó?
-Creo que lo mate - respondió por fin entre sollozos
Su hermana mayor, sin inmutarse, lo abrazó y así permanecieron por varios minutos.

7.12.2006

La serenata de los rechazados

Ayer salió por la noche a tocar las puertas de otros desafortunados. Eran sus primos en destino, aquellos que al igual que él, fueron rechazados por la misma mujer. A muchos de ellos los despreciaba por varias razones: por esos defectos y falencias que ella supo ver (y que a su vez, se las había informado a él); y también, porque eran parte de su propio espejo, un espejo al que no quería mirarse.
Así fue que los juntó a todos y caminaron, admirados por los transeuntes, por el medio de la Avenida del Libertador. Mezcla de caballeros y bufones, marchaban con sus trajes apolillados, sus corbatas mal anudadas y zapatos de distinto color en cada pie. Pero, por primera vez en sus vidas, caminaban con una dignidad plena, visible en sus miradas y su andar. Aunque, por desgracia, poco les iba a durar, pues iban hacia la casa de su amada. ¿Y de qué dignidad se puede hablar, cuando se está en presencia del ser amado?
Y así, llegaron al frente de su hogar, y bajo su ventana, entonaron con sonora voz, su serenata. Era un canto lleno de odio, desprecio y sobre todo, amor. Cantaron, una vez más, y tal como habrían de hacerlo todas las noches hasta su muerte (¿o es que ya estaban muertos?), la serenata de los rechazados.

7.11.2006

El tiempo que ya quedó atrás

Recordaba aquel paseo por el bosque de Necochea con su prima Lorena. Había sido una cálida tarde de verano, pero de esas que se dan en la costa, que vienen acompañadas de una brisa fresca para que nunca sean tan agobiantes como las de Buenos Aires. Él caminaba con las manos a medio guardar en sus bolsillos porque no le cabían del todo. Miraba el piso de tierra y pateaba tímidamente alguna piña de tanto en tanto, como consecuencia de un impulso reprimido que le incitaba patearla con todas sus fuerzas. Ella, de pronto, rompió el silencio gobernado por el rumor del mar y el canto de las aves.
-Nunca me contás de tu vida amorosa.
-Es que no hay mucho que contar.
-Dale, un chico como vos tiene que tener muchas pretendientes.
Esteban asombrado, avergonzado y un poco molesto, siguió caminando en la misma pose.
-Lo decís porque sí... Sabés que no es así.
-No seas tonto, lo digo porque lo pienso de verdad. Sos atractivo y misterioso. Eso te hace muy buena presa. Pasa que vos no lo querés ver.
Esteban exhaló sonoramente y siguió caminando en silencio.
Así, hoy, volvía a recordar a Lorena, vestida en colores casi blancos, con su larga falda falda adornada por un detalle que no podía recordar bien, pero que creía eran pequeñas y espaciadas flores oscuras; y su musculosa que a pesar de holgada, dejaba traslucir la forma de sus pechos. Parecía tan liviana que cualquiera la hubiera sostenido para que no saliera flotando.
Y luego, ella se frenó. Esteban caminó unos pasos más hasta que pesadamente también paró y dio media vuelta sobre su eje. Ella con algo de bronca le preguntó, no me creés, no?. Claro que no le creía. Y mientras él la miraba con ansiedad, Lorena comenzó a moverse lentamente en dirección a su primo. Se paró a mínimos centímetros de distancia. Y quedaron frente a frente, ojos contra ojos, boca con boca. Esteban todavía no se movía, mientras ella comenzó a acercar sus labios a los de él hasta que se fundió en un apasionado beso. Cuando hubo separado su rostro del de él, salió corriendo en la dirección por la que vinieron.

7.06.2006

Esa noche no podía dormir

Salió a caminar para despejar la cabeza. El fresco de la noche fue como una sacudida, fuerte pero afectuosa, a quien se trata de despertar de un mal sueño. Vagó sin rumbo durante un tiempo difícil de determinar. Perdido en los mismos pensamientos que siempre volvían, que nunca dejaban de acosarlo. A él, y a la humanidad. El sentido de la existencia, de la existencia finita; o la soledad, inevitable y algún día, absoluta.
Y de pronto, una mano se apoyó sobre su hombro. Un estremecimiento recorrió todo su cuerpo hasta terminar por apagarse en sus entrañas. Giró su cabeza y vió a un hombre barbudo que le sonreía. Aún un poco asustado, se calmó al ver la benévola expresión de aquel. Tenía el rostro arrugado, probablemente más de lo que a Esteban le hubiera parecido normal para un hombre de su edad. Cubría su cuerpo con unos trapos que podían pasar por ropa e irradiaba un fuerte olor, mezcla (aunque se distinguían claramente separados) de orín y vino. - No tenés una moneda, pibe?. Esteban, después de titubear un segundo, le respondió que sí. Revolvió en su bolisillo y sacó lo primero que pudo agarrar. El indigente le agradeció con una sonrisa y siguió, apurado, su camino.
Mientras bajaba nuevamente su cabeza y enfilaba nuevamente hacia alguna dirección, Esteban, se preguntó por qué no lo había podido invitar a pasar la noche fría en su casa.

6.02.2006

Y terminó por matarla

Fue por todo el daño que le había hecho. Sabía que nunca quiso lastimarlo, pero lo había hecho, con el solo hecho de existir. Y por eso cortó ese cordón que lo ahogaba: la existencia de la mujer amada. Y esperó que todo volviera a la cómoda normalidad. Se felicitó por su determinación. Admiró su valor. Y miró al futuro con nuevas esperanzas.
Pero hoy la vió. Sigue viva. Y él, con la misma punzada de dolor en sus entrañas. Y mientras la vé, como si se tratara de un fantasma, se preguntaba: ¿Terminaría de desangrarse algún día?

5.21.2006

¿Qué era un amor más?

¿Quién no sufre el mal de amor? Y sin embargo no podía dejar de sentir ese sufrimiento que parece único e irrepetible y que en realidad, es tan banal y común como la vida misma. Pero sin importar la perspectiva desde donde lo pusiera, y por más pequeño que "en realidad" fuera ese dolor, para él era enorme. Y quería culparse por esa neurosis que le sacaba de foco el mundo para sólo ver con nitidez una sola persona, la única mujer de su vida. Pero no podía, el dolor era más.

Si era capaz de sufrir por amor,

entonces era capaz de amar?

5.20.2006

Y se sentía tan diminuto...

Tan cerca de la nada... No lo podía soportar

Caminaba por la plaza

casi desértica. Avanzaba mirando el piso, viviendo dentro de su cabeza. Sus pensamientos estaban encerrados en la misma imagen. Ella recostada, desnuda, al lado de un anónimo. Un anónimo, del que Esteban no podía hacer otra cosa que odiarlo. Lo odiaba por ser el ganador, en una batalla implícita, que nunca se había declarado y que nadie hubiera querido reconocer. Y ahí estaba ella abrazándolo, a él, a otro. La idea le provocó un estremecimiento en las tripas que tuvo que dejar escapar a través de una patada que le aplicó a una piedra. El acto lo volvió nuevamente al mundo real. Miró a su alrededor y buscó un banco. Lo encontró a unos pocos pasos, bajo unas tipas que dejaban entrever los rayos de sol de la tarde. Se sentó y apreció la gente que lo rodeaba. Había unos niños jugando en las hamacas. Dos ancianas sentadas de frente a él contemplaban en silencio la paz del lugar. Le gustaría saber qué pensaban, en qué condiciones habían llegado al final del trecho. ¿Estarían conformes? ¿Es posible estarlo? Cómo se puede vivir cuando el futuro no ofrece perspectivas... ¿Es el presente acaso el que las mantiene? ¿O el pasado?
Esteban decidió tratar de senerarse tomando un breve descanso. Colocó la mochila en un extremo del banco y apoyó su cabeza allí. Una hora después, aún sin poder conciliar el sueño, emprendió la vuelta.

5.14.2006

Crecer

Esteban estaba recostado sobre su cama, en el departamento del primer piso que ocupa. Ya era de noche y, el grito de una madre regañando a su hijo era lo único que llenaba el silencio de las calles céntricas. Traumas, fobias... - pensó - así empiezan. El temor que le está infundiendo su madre ahora servirá de barrera de control en el futuro. ¿Mal necesario? Puede ser, a fin de cuentas, vivimos en sociedad, y para eso, la moneda de pago es nuestra paz mental. Por supuesto, un ejército de psicólogos está alineado para limar las aperezas que dejaron madres, maestros y los demás cocineros que revolvieron el caldo psíquico. Pero que se pudran: ellos me hicieron, aguántense las consecuencias.

3.24.2006

Llegó a las 3

Cruzó el oscuro pasillo del piso en que vivía. Luego de revolver en su bolsillo en busca de las llaves, abrió la puerta y entró pesadamente a su departamento. Arrojó sobre la mesa, cigarrillos, billetera y el manojo de llaves que había usado para entrar y sin prender la luz, se dejó caer sobre el sillón. Cerró los ojos y dejó que sus pensamientos fluyeran, sin forzarlos a que sigan ningún orden. Sin embargo, no pudo. "Si los humanos tratamos de dominar todo los que nos rodea, es porque nunca terminamos de dominarnos a nosotros", pensó al cobrar conciencia del hilo mental que seguía. "En una extraña reflexividad, no sólo pretendemos dominar nuestros impulsos, sino que además, esperamos amansar a nuestro propio cerebro", se decía mientras observaba un techo que poco a poco se empezaba a distinguir de las paredes y el resto de su hogar. Y mientras se perdía en la maraña de la conciencia, volvía repetidas veces a su mente, el recuerdo de Fernanda, un recuerdo que jamás se iba por completo. Extraña obsesión era la que representaba ella en su vida: una obsesión que hubiera querido arrancar de cuajo, de haber podido. Jamás pudo, ni jamás podría. Romper toda relación no estaba a su alcance, sólo la vida podría determinar cuál sería el destino de aquel vínculo, afianzado por las fuerzas del rechazo.