5.14.2006

Crecer

Esteban estaba recostado sobre su cama, en el departamento del primer piso que ocupa. Ya era de noche y, el grito de una madre regañando a su hijo era lo único que llenaba el silencio de las calles céntricas. Traumas, fobias... - pensó - así empiezan. El temor que le está infundiendo su madre ahora servirá de barrera de control en el futuro. ¿Mal necesario? Puede ser, a fin de cuentas, vivimos en sociedad, y para eso, la moneda de pago es nuestra paz mental. Por supuesto, un ejército de psicólogos está alineado para limar las aperezas que dejaron madres, maestros y los demás cocineros que revolvieron el caldo psíquico. Pero que se pudran: ellos me hicieron, aguántense las consecuencias.

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